jueves, 29 de septiembre de 2011

El árbol de la vida

Lo bueno de ver una película mala es que al rato te olvidás. Hace apenas dos horas salí de ver “El árbol de la vida” y luego de putear a más no poder, la verdad es ya me olvidé de casi todo.
El argumento podría resumirse así: Sean Pean ( sí, ése que siempre está angustiado) es un megacorporativo que sube a un ascensor en un edificio hípermoderno vidriado en una urbe monstruosa, y en ese trayecto va  a tener un flashback ( es un recurso cinematográfico que evoca escenas del pasado). Dicho recuerdo nos lleva a su propia infancia, con un padre anticuado y un poco severo, una madre joven, hermosa y anacrónicamente delgada para la época en la que vive, un barrio platónico en los suburbios de alguna ciudad sureña de Norteamérica, muchos pibes de la cuadra con quienes hacer travesuras y pasto (mucho pasto).  También están sus dos hermanos, uno de los cuales muere al principio de la película, y  cielo (demasiado cielo!).
En realidad el film no empieza de esta manera, esto es lo que se va entendiendo si se logra soportar la cinta entera.
Hay varias partes posibles para dejar al sala: la primera 
(y absolutamente anárquica) es en las primeras cinco o seis tomas, donde se ve a una nena en la pradera y una voz en off que enuncia de modo susurrado algo sobre dios y las monjas.
La segunda es cuando comienza una sucesión de imágenes incomprensibles sobre el mundo y sus bellezas compaginadas con música sacra. Y la tercera es cuando aparece Sean Penn. 
Si hasta ahí no te fuiste, bueno, sos un mártir.
Sin embargo la película es honesta consigo misma desde el inicio y va a seguir chorreando ideología católica hasta el último fotograma. Toda la película podría defirnirse como un gran rezo, con metáforas sobre Caín y Abel :la relación entre los dos hermanos , la aparición de una mujer plácida al final que emula a la virgen.Todo el film es como un éxtasis religioso que sólo los muy creyentes pueden comprender pero no por eso disfrutar.
Al leer un poco sobre la vida del director se comprende un poco el tema de este film. Según dicen, él perdió a su propio hermano y no lo pudo superar. Unos van al psicólogo, otros se confiesan, algunos se tragan el dolor, él hizo una película.
Y el público? Bueno, que se la banque. 
Porque el film está lejos de ser la emotiva visión sobre la muerte de un hijo que propone Jim Sheridan en el fabuloso film "En América", pleno de emoción de principio a fin y con personajes súper queribles.

"El árbol de la vida" es una película distante, fría, solemne, odiosa.
La cámara tiene delirios de grandeza y pasa de un detalle en el pasto a un planeta flotando, de una medusa suave a un volcán violento, de una ola furiosa a un dinosaurio (SI!!! APARECE UN DINOSAURIO IGUAL QUE EN JURASIC PARK), y además muestra personajes de espalda y de nuca como si eso indicara depresión, tristeza o angustia. La música es gloriosa, sublime, apoteótica, grandilocuente, e intenta describir no sé si la obra del señor creador, o el dolor del personaje. En fin...  todo esto le valió el premio máximo del mundo cinematográfico europeo, de ahí al Oscar hay sólo un paso.
La cara triste de Brad Pitt en el afiche habla de un drama humano, pero no dice nada de un dinosaurio depredador que “se apiada” de su presa. 
“El árbol de la vida” ( el título sí es acertado) es una película sobre cómo la fe nos salva del dolor.
Y esto me parece tan hipócrita como en su  momento me disgustó “The hurt locker” de Kathryn Bigelow (Oscar mejor película 2010) y su asquerosa ideología pro bélica escondida en el concepto de que era una mirada poética sobre la guerra.
Esta película es pura ideología religiosa.
En estos tiempos convulsionados en los que el mundo católico se divide en fervor hacia el nuevo papa, y denuncias por abusos sexuales sistematizados y conscientes por parte del clero,  qué mejor que una película humana que retrate el drama de una familia tipo americana de los idílicos años cincuenta.
Reconozco que fui en misión casi suicida, motivada por la noticia  de que la gente salía de las salas y exigía que le devolvieran la plata de la entrada. 
El trailer era más que elocuente, mi marido pensó que estaba basada en un libro de Paulo Coelho.
Casi, casi.

domingo, 4 de septiembre de 2011

cine argentino 2 /Tango, el exilio de Gardel


Como trabajo final del curso de Montaje que enseñaba en la Universidad de Palermo, proponía a los alumnos que eligieran un director para hacer un análisis profundo y sustancioso de su obra. Alumnos muy cumplidores todos, respondían muy bien a dicha consigna. Aunque sólo en parte. Ninguno era capaz de lograr un análisis ni sustancioso y mucho menos profundo. Así que me tuve que contentar simplemente con que pudieran elegir a un director.
Se repetían algunos: Tim Burton, Robert Zemeckis y varios más.
Pero uno fue revelador. Primero por ser argentino, y segundo por haberse retirado hace ya bastante de la actividad cinematográfica estándar. 
Era Fernando Pino Solanas.
Algunos años después del mencionado episodio y gracias a la ley de medios, tuve el raro privilegio de volver a ver “Tango, el exilio de Gardel” por en Incaa Tv.
Segunda sorpresa: una película que tenía olvidada, ahora me conmovía casi hasta las lágrimas.
Fernando Pino Solanas siempre fue un artista activista político.
Con películas como "La era de los hornos” y "Los hijos de fierro" (una verdadera experiencia surrealista) cobró notoriedad dentro del mundo del cine, y se ganó merecida fama internacional. Pero lo interesante de su filmografía es que no desmerece la forma por sobre el contenido, casi todo lo contrario. Una especie de Ken Loach más poético.
"Tango..." no está exenta de nada de eso, y está filmada magistralmente y con recursos burdos a la vez (como el doblaje del personaje que interpreta el propio Solanas). Y esto le da una originalidad y un aporte valiosísimo.
La historia cuenta como un grupo de artistas bohemios exiliados en París, intenta realizar una obra musical para expresar todo lo está pasando en la Argentina con la dictadura.
De esta forma logra un punto de vista diferente, mucho más europeo, y mucho más naif a la vez. Porque este grupo tiene tanta angustia como esperanza, tanto miedo como valor.

Bailarines, músicos, poetas, dramaturgos, todos buscando desesperada e inconscientemente al gran tanguero olvidado, de quien el exilio los había separado. Un grupo desamparado que trata de contar lo terrible de la dictadura a través del drama, pero es tanta la desolación en la que están inmersos que no pueden.
Ese tango que buscan y que no llega, lo encuentran al final los jóvenes que levantan una bandera diferente a la de sus padres, que entienden y apoyan su lucha, pero son capaces de construir su propio camino, de reformular la música y las lágrimas de quienes no encuentran a sus desparecidos.

Una película notable porque propone una visión vanguardista de un tema que aún todavía no se resolvió del todo, y al que el arte le aporta mucho más que las decisiones políticas. Y que le valió a la Argentina una ubicación privilegiada en los grandes festivales del mundo, butaca que había perdido hacía bastante.
Fernando Pino Solanas no es mejor que otros directores contemporáneos, pero posee una solidez narrativa, poética e ideológica que ningún otro tuvo ni ( a estas alturas) tendrá.

Antes de terminar, me parece apropiado contar qué sucedió con aquel osado alumno que lo eligió como tema de su final de Montaje.
El chico se expresó acotadamente, casi temeroso, con un lenguaje propio de Internet.
Al terminar su exposición se retiró para esperar su nota, y la docente que compratía la mesa comingo se dio vuelta y me miró fijamente. Luego me aduló a más no poder por el exámen que había presenciado. Yo intenté ser modesta diciendo que el chico tenía todo el mérito, pero ella tajante y elegantemente me siguió felicitando considerando que había sido mi responsabilidad como docente.
Juro que me convenció y el chico se fue con un merecidísimo diez. 
( O un ocho, la verdad es que no me acuerdo).