domingo, 4 de septiembre de 2011

cine argentino 2 /Tango, el exilio de Gardel


Como trabajo final del curso de Montaje que enseñaba en la Universidad de Palermo, proponía a los alumnos que eligieran un director para hacer un análisis profundo y sustancioso de su obra. Alumnos muy cumplidores todos, respondían muy bien a dicha consigna. Aunque sólo en parte. Ninguno era capaz de lograr un análisis ni sustancioso y mucho menos profundo. Así que me tuve que contentar simplemente con que pudieran elegir a un director.
Se repetían algunos: Tim Burton, Robert Zemeckis y varios más.
Pero uno fue revelador. Primero por ser argentino, y segundo por haberse retirado hace ya bastante de la actividad cinematográfica estándar. 
Era Fernando Pino Solanas.
Algunos años después del mencionado episodio y gracias a la ley de medios, tuve el raro privilegio de volver a ver “Tango, el exilio de Gardel” por en Incaa Tv.
Segunda sorpresa: una película que tenía olvidada, ahora me conmovía casi hasta las lágrimas.
Fernando Pino Solanas siempre fue un artista activista político.
Con películas como "La era de los hornos” y "Los hijos de fierro" (una verdadera experiencia surrealista) cobró notoriedad dentro del mundo del cine, y se ganó merecida fama internacional. Pero lo interesante de su filmografía es que no desmerece la forma por sobre el contenido, casi todo lo contrario. Una especie de Ken Loach más poético.
"Tango..." no está exenta de nada de eso, y está filmada magistralmente y con recursos burdos a la vez (como el doblaje del personaje que interpreta el propio Solanas). Y esto le da una originalidad y un aporte valiosísimo.
La historia cuenta como un grupo de artistas bohemios exiliados en París, intenta realizar una obra musical para expresar todo lo está pasando en la Argentina con la dictadura.
De esta forma logra un punto de vista diferente, mucho más europeo, y mucho más naif a la vez. Porque este grupo tiene tanta angustia como esperanza, tanto miedo como valor.

Bailarines, músicos, poetas, dramaturgos, todos buscando desesperada e inconscientemente al gran tanguero olvidado, de quien el exilio los había separado. Un grupo desamparado que trata de contar lo terrible de la dictadura a través del drama, pero es tanta la desolación en la que están inmersos que no pueden.
Ese tango que buscan y que no llega, lo encuentran al final los jóvenes que levantan una bandera diferente a la de sus padres, que entienden y apoyan su lucha, pero son capaces de construir su propio camino, de reformular la música y las lágrimas de quienes no encuentran a sus desparecidos.

Una película notable porque propone una visión vanguardista de un tema que aún todavía no se resolvió del todo, y al que el arte le aporta mucho más que las decisiones políticas. Y que le valió a la Argentina una ubicación privilegiada en los grandes festivales del mundo, butaca que había perdido hacía bastante.
Fernando Pino Solanas no es mejor que otros directores contemporáneos, pero posee una solidez narrativa, poética e ideológica que ningún otro tuvo ni ( a estas alturas) tendrá.

Antes de terminar, me parece apropiado contar qué sucedió con aquel osado alumno que lo eligió como tema de su final de Montaje.
El chico se expresó acotadamente, casi temeroso, con un lenguaje propio de Internet.
Al terminar su exposición se retiró para esperar su nota, y la docente que compratía la mesa comingo se dio vuelta y me miró fijamente. Luego me aduló a más no poder por el exámen que había presenciado. Yo intenté ser modesta diciendo que el chico tenía todo el mérito, pero ella tajante y elegantemente me siguió felicitando considerando que había sido mi responsabilidad como docente.
Juro que me convenció y el chico se fue con un merecidísimo diez. 
( O un ocho, la verdad es que no me acuerdo).

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