sábado, 22 de octubre de 2011

Glee o la capitalización del rechazo

Ver Glee sin conocer la serie es lo mismo que ver a Batman con su traje sin saber lo que sufrió de chico Bruno Díaz al presenciar la muerte de sus padres.
Siempre hay un inicio, y la prehistoria de Glee no tiene desperdicio.
Había una vez un gran estudio de cine de animación que además estaba empezando a liderar en televisión infantil. Pero ellos querían más. Y ahora iban por los adolescentes. Y se propusieron retratar el mundo de los jóvenes en las sufridas "High Schools" donde la discriminación, la intolerancia, y el maltrato hacia los diferentes son moneda corriente. Entonces nació un proyecto único, novedoso, que fue un éxito rotundo y catapultó a tres de sus protagonistas a ese podio tan amado por los norteamericanos: la fama.
Pero la contracara de este cuento no es tan buena. Entre los miles y miles de postulantes para el casting de High School Musical, quedaron elegidos unos pocos bellos y musculosos, y los más "raros" y de verdad talentosos, fueron de relleno.
Y a alguien se le ocurrió la brillante idea de reunir a varios de los que fueron rechazados en aquel casting para hacer un nuevo proyecto, o al menos esa fue la noticia de prensa. Y así nació Glee.
Como una serie de tímida realización donde se destacan básicamente la historias de todos estos adolescente llamados "loosers", rápidamente acaparó el interés de los espectadores y se convirtió, paradójicamente, en un éxito.
Llevando el guión a extremos insospechados como embarazos adolescente y posterior entrega del bebé, homosexualidad, trastornos de alimentación, de conducta, pobreza, racismo, discapacidades y otras cuestiones, la serie se fue consolidando casi como una telenovela donde en lugar de amar a los dos protagonistas, acá se venera a un grupo diverso.  Ya lleva tres temporadas galardonadas con los mejores premios y seis discos editados. Suficiente para hacer una película.
Aprovechar el éxito en caliente. Porque es un mega éxito. Y eso es lo que más muestra la película: el universo Glee y sus posibilidades de transformar a aquellos excluídos por una sociedad híper competitiva como la de E.E.U.U. Con partes documentales de adolescentes contando sus verdaderos sufrimientos, y con letras de canciones que levantan las banderas de la igualdad, el respeto y la tolerancia, pero no desde lo discursivo, sino desde la realidad. Porque quien sigue Glee sabe la historia y la prehistoria de esos chicos talentosísimos que sufrieron la exclusión de Disney Channel pero que hoy tienen más fans que el ratón Mickey. Porque otro de los méritos de Glee es usar las historias o realidades de los actores para crear luego los personajes.
Es evidente que son muchos más los jóvenes excluídos que los aceptados, y quizás eso explique el suceso de Glee. 
Glee no es una gran película, ni siquiera es una película como tal. En realidad es una sucesión de temas musicales cantados por todo el elenco de la serie en una gran show en Los Angeles, intercalado con testimonios documentales de chicos excluídos.
Una propuesta demasiado simple que nos invita a sacar ese adolescente looser que todos llevamos dentro.

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